Texto literario narrativo: la Importancia de los primeros párrafos

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Para atrapar al lector hay lograrlo desde el inicio de la narración. Si no conseguimos despertar el interés desde los primeros párrafos en nuestro texto literario narrativo es casi seguro que nuestro escrito será abandonado.

Escribimos para que nos lean. Esa es la verdad.

No creamos cuentos, relatos, novelas o historias para que nadie lea.

La intención es que nuestro texto literario narrativo sea leído por muchos.

Si no te interesa ser leído por muchos entonces no leas esto.

Texto literario narrativo: la importancia de las primeras líneas

Seguramente más de una vez te habrás topado con lecturas narrativas que simplemente no logran engancharte, por lo que, o bien pospones la lectura, o bien abandonas el texto para no retomarlo nunca.

Antes me torturaba con textos literarios narrativos aburridos. Y seguía en la lectura con la esperanza de que en las páginas siguientes, por fin, el autor construyera una trama o escena interesante.

Por lo general eso nunca ocurría.

Ahora ya no pierdo mi tiempo con las lecturas narrativas que no logran engancharme desde la primeras líneas.

Y como yo, los lectores actuales son muy exigentes, quizá debido a las prisas de la vida moderna: si no encuentran algo que los atrape en el texto, abandonan la lectura.

Si escribes, al igual que yo, no querrás que tu texto literario narrativo no sea leído.

Para atrapar al lector hay que sentarlo y no dejarlo ir hasta que haya terminado la lectura.

¿Suena fácil?

Lo es.

Únicamente debemos buscar estrategias para interesar al lector desde las primeras líneas.

El gran cuentista Horacio Quiroga nos recueda que las primeras lineas de un texto literario narrativo son tan importante como las últimas.

Texto literario narrativo: cómo atrapar al lector desde las primeras líneas

En las primeras líneas de un texto literario narrativo debe haber algo que incite al lector a seguir leyendo.

¿Y qué es ese algo?

Puede ser algún dato incopleto de algún personaje o acción. 

Muchos cometen el error de matar el interés en el lector en las primeras líneas al explicar todo.

En narrativa, si queremos mantener cautivo al lector, solo debemos darle pistas.

Una estrategia eficaz que muchos escritores usan es empezar el texto literario narrativo por el conflicto. Luego, ya que tienen sentado al lector, hacen un retorno al planeamiento -flashback-.


Texto literario narrativo: un texto ejemplo de un buen comienzo de una historia

Una de las novelas más redondas y con interés desde el inicio es Cien años de soledad, del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.

¿Qué hace García Marquez en ese texto literario narrativo para atrapar el lector desde el primer párrafo?

Mete un solo dato: el del personaje principal.  Nos dice que el militar está frente al pelotón de fusilamiento a punto de que las balas acaben con su vida.

Esa información a medias, por supuesto, hace que el lector se pregunte por qué van a fusilar al militar o qué es lo que hizo para estar al filo de la muerte.

Aquí el fragmento de este texto literarrio narrativo que atrapa al lector desde el inicio:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. «Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.» José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve.» Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. «Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa», replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.

Es un párrafo largo, es cierto; pero lleno de interé por la lectura.

El escritor, después de deslizar que a Aureliano Buendía lo fusilarían, sostiene al lector frente al texto  con las escenas de los gitanos que llegan al pueblo.

La curiosidad del lector por saber si fusilarían al militar o por qué había llegado al peligro inminente de muerte persiste en muchísimas páginas de la novela. García Márquez, astuto, no reverlará ese dato sino hasta que la narración haya avanzado mucho.

Y después de que el lector sabe si fusilaron o no al coronel, el literato vuelve a despertar la curiosidad del lector con nuevos datos incompletos sobre esta fascinante historia.

He mostrado solo un ejemplo de la importancia de las primeras líneas en un texto literario narrativo. Pero, por lo general, los autores de las grandes obras literarias trabajan muy bien la entrada de su texto narrativo.

¿Tiene algún otro ejemplo de un texto literario narrativo que enganche al lector desde el inicio?

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