Maldito el día que fuimos al funeral (ahí se escondía el bicho)*

El bicho nos pescó a mediados de mayo del 2020. Eran los tiempos en que había incredulidad en la existencia de este mal que provocaba el enemigo invisible. Los medios informativos propalaban noticias de muchos contagios y muertes de covid en ciudades populosas. Pero en la ciudad chica, ubicada al sur de México, casi colindante con el mar, y donde vivíamos, se conocían de casos aislados. “Eso no existe, hay que seguir trabajando”, decía don Raúl, riendo burlonamente mientras acomodaba sus pantalones en su puesto, en el tianguis (el tiempo le cobraría caro su osadía). Eran los tiempos en que se decía que la enfermedad era un invento de los medios de información, quién sabe con qué intereses oscuros. Pese que a través de las redes sociales, los funcionarios de los gobiernos federal y local alertaban de lo peligroso de este nuevo mal, la gente no tomaba precauciones para evitar el contagio. En las calles, mercados, tiendas departamentales y en los transportes públicos, las personas andaban